Las primeras horas del viernes nos sorprenden con una ingrata noticia, nos dejó una de las personas más respetables y honorífica de este Superior Tribunal de Justicia, nuestro querido Ministro el Dr. Manuel Augusto Márquez Palacios.

Un profundo pesar nos embarga, un vacío interno que se intensifica acorde pasan las horas. Dios ha decidido convocar a sus estrados, a uno de los hombres más conocedores y prudentes a la hora de impartir Justicia, un hombre que, ante los infortunios de la vida, continuó su lucha dividido entre sus dos pasiones: su familia y su deber, sin descuidar a quienes consideraba depositarios de su confianza.

Durante sus 29 años de carrera supo ganarse el respeto y admiración de todos los que lo rodeaban, desempeñando la Presidencia de esta Institución (1996, 1997, 2000, 2001, 2002 y 2003) con hombría de bien, aguda templanza, respeto por la moral, buenas costumbres y sobrado compañerismo con sus pares.

Hombre de pocas pero certeras palabras, de mirada tranquilizadora y confiable, atento y conciliador, vivió su vida haciendo honor a la palabra Derecho, aplicando en cada voto lo que la ley manda, pero siempre asentando lo resuelto sobre la base de sus intachables principios y convicciones.

Hoy la Justicia, representada en su imagen por la imparcialidad, mira, oye y pregona los dotes de un ser de bien, de hombre justo y excelente profesional que lamentablemente ya no nos acompaña, pero hoy sus huellas se volverán indelebles para todos los tuvieron el privilegio de conocerlo.